La «Operación Análisis»

LA OPERACION ANALISIS[1]

Inmersos en la dificultad de financiar una revista sin avisos y bloqueada a la ayuda internacional, empezamos a hacer gestiones para allegar a algunos socios que pudieran inyectarnos dinero o conseguirlo. Al primero que visité fue a Ricardo lagos, en ese momento ministro de Educación, quien demostró vivo interés por salvar a Análisis y la posibilidad de integrarse a nuestro directorio. A los pocos días, sin embargo, nos señaló su imposibilidad de contribuir, pero sin entregarnos explicación alguna. Lo mismo hicimos con cinco o seis personas más, con igual resultado: se entusiasmaban al principio y luego desistían por algo que no nos confesaban. Incluso recurrí hasta al propio Sebastián Piñera, que empezaba a amasar su fortuna actual y se preciaba en esos días de haber votado No en el plebiscito, aunque enseguida se convirtiera en el generalísimo de la campaña presidencial de Hernán Büchi, el candidato del pinochetismo más rabioso. Le pedí que se integrara a nuestro directorio con el aporte de unos veinte mil dólares para ayudarnos a sanear nuestras deudas. Pero quien es ahora uno de los chilenos más ricos, me dijo que era mucha plata para él…

A todo esto, en un lamentable accidente aéreo falleció Ricardo Jordán, uno de nuestros miembros más activos del directorio. Recién jubilado de uno de los cargos máximos de la CEPAL, Ricardo viajó hacia el sur acompañado de su esposa Sonia Fuchs, afamada  productora de la televisión chilena. Me acuerdo de que me llamó apesadumbrado para excusar su asistencia a una reunión:

– Sonia quiere que vayamos a ver a unos parientes al sur y lo haremos en una avioneta. Toda nuestra vida hemos viajado en aviones distintos, por si nos pasa algo, pára que los niños no se queden solos. Pero ahora que ya estoy jubilado y los niños grandes, viajaremos juntos, aunque ya el lunes estaremos de vuelta…

Muy cerca de su destino, la avioneta se precipitó y ambos murieron, junto con un sobrino y una menor, a quien en el aeródromo de Vichuquén, donde habían hecho escala técnica, le habían encargado llevar.

Días antes de la tragedia estuvimos en casa de Jordán  con mi hermano Ignacio, que ofició de gerente de esta última etapa de la revista, con el ánimo de estudiar una renegociación bancaria en que liberaríamos a Ricardo como el aval. En plena deliberación, Sonia nos escuchó y literalmente se desplomó al enterarse de que su marido había hipotecado su estupenda casa de Pedro de Valdivia Norte para respaldar la deuda.

– No te preocupes, Sonia – le dijo su marido-. Justamente estamos aquí para hacer nuevos papeles y deshacerme de este compromiso.

– Cuento esto en homenaje a uno de los soportes más importantes que tuvo nuestra revista y en reconocimiento a la calidad moral de una persona que todos pensamos que, por su brillante trayectoria de arquitecto y urbanista, sería convocado para integrar el equipo de gobierno. Lo que no ocurrió, por supuesto.

Así fue como Belisario Velasco se convirtió en el socio mayoritario de nuestra sociedad anónima con la promesa de conseguir la publicidad estatal que tanto anhelábamos. Ello implicó que debimos aceptar la incorporación de Luis Risopatrón  como representante de Velasco, en calidad de presidente del directorio, e incorporar a Alfonso Arancibia en nuestra gerencia. Dos “palos blancos” hasta allí desconocidos por nosotros.

Pero no llegó publicidad y los problemas se agudizaron. De nuestra desesperación se valió entonces Belisario para convocar, junto con Carlos Bascuñán, el secretario privado y yerno del Presidente Aylwin, a tres socios del directorio a un almuerzo en La Moneda que cambiaría el destino de nuestra publicación: con el argumento de su gran preocupación por la revista convencieron a Fernando Castillo, Oscar Saavedra y patricio Hurtado de que transfirieran sus acciones en beneficio de personas que harían un aporte sustantivo a nuestra sobrevivencia. Y así fue como del Palacio Presidencial fueron conducidos a una notaría que registró los respectivos traspasos y el subsecretario del Interior quedó como propietario mayoritario de la revista, aunque a través de otros nombres.

De la operación me enteré a la mañana siguiente y a la hora de almuerzo fui invitado por el gerente Arancibia para advertirme de lo que ya sabía y proponerme lo siguiente:

– Tengo la facultad de negociar contigo la posibilidad de que te vayas al país que elijas, con cargo político o manteniéndote el sueldo de director por un año más, a condición de que tu nombre siga apareciendo en el colofón de la revista en todo este tiempo. Si no aceptas, estoy autorizado para negociar contigo una indemnización sustantiva, por encima de los que indica la ley, que tiene como tope el pago de hasta ocho sueldos. En concreto, estoy dispuesto a pagarte hasta quince…

– Por ningún motivo –le dije-. Mi nombre sale de la próxima edición de la revista y solo acepto como pago lo que indica la ley.

La conversación acabó allí y acto seguido convoqué al directorio para el día siguiente:

La casualidad hizo que al otro día yo cumpliera con una invitación del empresario Carlos Cardoen, quien quería expresarme su desazón pro el hecho de haber aportado tanto dinero para la campaña presidencial de Patricio Aylwin, sin que los nuevos moradores de La Moneda siquiera lo invitaran a las primeras recepciones oficiales. Al verme preocupado, le conté lo que había sucedido con Análisis y la ingrata forma con la que perdíamos un medio que tanto nos costó sostener.

– Y de cuánta plata estamos hablando, compadre –dijo, en su típica y campechana forma de tratar a sus amigos.

– Unos veinte mil dólares son lo urgente…

– ¿Y por esa mierda de plata vas a perder tu revista? Cuenta con eso y con más, pero arregla esa situación. No puedes perder Análisis.

– ¿Estarías dispuesto a entrar tú en el directorio?.

– No, para nada. Solo quiero ayudarte…

Con esta oferta, entonces, es que enfrenté al directorio al día siguiente y les hice ver que los periodistas queríamos hacernos cargo de la revista. Que les estábamos muy agradecidos por la preocupación manifestada, pero así como nunca les habíamos pedido un céntimo para nuestro sostenimiento, ahora queríamos gestionar solos Análisis. Les dije, asimismo, que tenía dinero para pagarles su retiro y que, por cierto, sería grato que siguieran los que estuvieran dispuestos a reconocer la propiedad del medio a los que estuvieran dispuestos a reconocer la propiedad del medio a los que lo habíamos guindado y desarrollado.

El presidente Risopatrón puso en votación mi propuesta y perdí ante la nueva composición del directorio, consumada el día anterior. A nuestro favor lo hicieron Manuel Sanhueza, Duncan Livingston, Jaime Hales y Juan Guillermo Espinosa. En tanto que Risopatrón y Arancibia, que eran solo dos, explicitaron los votos de Belisario Velasco, quien los instruyó telefónicamente para que rechazaran nuestra oferta.

Don Manuel, Duncan, Jaime y Juan Guillermo expresaron su asombro y repudiaron tan alevoso acto contra la libertad de expresión y de la empresa. A todos se nos hizo convicción que los recursos para tomar el control de Análisis salían de la caja de voluminosos gastos reservados que administraban el secretario personal del Presidente y el subsecretario del Interior. Acto seguido, quienes nos apoyaban decidieron renunciar al directorio, en un gesto que los distingue y que siempre agradeceremos.

Cabe hacer constar que estas últimas transacciones accionarias vulneraron los estatutos de la revista, los que claramente establecían que ante la muerte o renuncia de algún miembro del directorio, sus acciones debían ofertarse primero entre los socios, antes que ofrecerlas o ser adquiridas por fuera. Eramos una sociedad anónima cerrada que había establecido estos candados para evitar que en dictadura alguien pudiera ser presionado o tentado por su cuota de propiedad en nuestra casa editorial. Sin embargo, estimamos que enfrentar en los tribunales a tan altas autoridades de gobierno sería una locura o un acto inútil ante el entusiasmo que provocaba el advenimiento de la democracia.

El equipo de periodistas se sintió notablemente afectado por esta situación, aunque es justo decir que, incluso los que nos retirábamos, tuvimos la esperanza de que una nueva gestión procurara los recursos que se requerían para la consolidación de Análisis. De esta forma es que en una tensa y triste despedida le traspasé la dirección a Felipe Pozo y le señalé que estaba en sus manos y en quienes trabajaran con él cumplir con una nueva y vital etapa de la revista. De todas maneras, se fueron conmigo Faride Zerán y Juanita Rojas. Otros ya habían partido a diferentes medios, como Fernando Paulsen, Pamela Jiles, Libio Pérez y Marcia Scantlebury.

Con honestidad  debo decir que la separación fue dura para todos. Las circunstancias nos fueron alejando, pero poco a poco nos reencontramos. Por algo habíamos vivido juntos los años más plenos de nuestra juventud. Construimos ideales y vivimos experiencias que hasta el día de hoy siguen vigentes en todos nosotros. No solo en los periodistas, sino en tantos colaboradores, secretarias y administrativos a los que siempre nos reúne la memoria del pasado común  pero, sobre todo, la identidad que sorprendentemente vuelve a expresarse respecto del presente y provenir de nuestro querido país, y en las convicciones que nos legaran Mario Planet, Andrés Sabella, entre otros, quienes terminaron sus vidas en nuestra redacción, quienes siempre nos indicaron que el periodismo es un apostolado y que sus más bellas páginas se escriben en la adversidad.

Por eso es que el 10 de diciembre de 2007, al cumplir treinta años desde nuestra fundación, costara tan poco reunirnos de nuevo para realizar una edición especial y única de nuestra revista. Una vez más bajo el alero de la Academia de Humanismo Cristiano, nos encontramos prácticamente todos los periodistas, fotógrafos, diseñadores y empleados de entonces. Faltaron muy pocos a la cita. Algunos no fueron hallados, muy pocos se restaron y, por supuesto, estuvieron ausentes los que ya se habían ido de este mundo: Alfonso Alcalde, Patricio Acevedo, Iván Badilla, Rommy Guevara, Rolando Silva y algunos ya citados. La lista de los que colaboraron con esta edición es larguísima y la publicación fue un éxito editorial. En pocos días se agotó en todo el país sin necesidad de publicitarla. A nuestros artículos sumamos el Ubicatex y los “monos” de palomo, MICO y el Toto Squella, notables dibujantes  y caricaturistas. Incluso nos dimos el gusto de sumar y entrevistar a algunos de los que nos habían dejado, pero que son parte de nuestra historia.

El entusiasmo nos hizo acometer, al año siguiente, a los 31 años de nacida Análisis, un nuevo, polémico y exitoso número, en acuerdo, de nuevo, con la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y la empresa periodística La Nación, cuyo gerente general, Francisco Feres, fue parte importante de nuestra revista en el pasado.

En estas dos ocasiones incorporamos el aporte de notables periodistas jóvenes, que en el tiempo de Análisis aún no se formaban o apenas pudieron conocer algunas de sus ediciones. La circulación alcanzada tres décadas después por una revista reaparecida habla de la memoria que todavía existe en nuestro país respecto de la tarea de Análisis, las revistas ya mencionadas y otras como Página Abierta y La Bicicleta. Naturalmente que nuestro trabajo no habría sido posible sin la organización y el aporte de tantos chilenos anónimos que nos hicieron llegar información y organizaron redes para que los ejemplares de Análisis y las ediciones de Teleanálisis alcanzaran el mayor número de personas. En este sentido, cómo no consignar los clubes de lectores que se organizaron en las ciudades más grandes del país y que contribuyeron al encuentro con miles de colaboradores en Concepción, Valparaíso y San Antonio, así como en toda la diáspora contamos con corresponsales y representantes que nos brindaban solidaridad, nos ayudaban a obtener cientos de subscripciones y organizaban fiestas y eventos para recaudar dinero.

Justo es también reconocer el aporte de un buen número de columnistas, que además de escribir para nosotros gratis, nos aportaban ideas y una buena dosis de arrojo: varios de ellos fueron también procesados por la justicia militar y ordinaria. Desde Estocolmo, el aporte de Daniel Moore fue sustancial por su inteligente mirada del mundo y su sentido del humor inigualable. Luis Cecereu y Sergio Palacios en la cultura. Hernán Montealegre, Jaime Insunza, Cecilia Suárez en la política y los derechos humanos. El aporte de conservadores y liberales democráticos como Julio Subercaseaux y Armando Jaramillo. En fin, imposible citarlos a todos en una publicación que siempre se propuso ser un lugar de encuentro de todos los disidentes sin distinción. En particular, fue muy importante contar con la excelente pluma del obispo Jorge Hourtón y del presbítero Fidel Araneda, seguramente los mejores columnistas religiosos de toda una larga época. “A Dios rogando, pero con el mazo dando”, como decían.

En relación a estos dos últimos personajes, hay que contar el impacto que tuvo una edición de Análisis cuya portada estuvo dedicada a “Las andanzas del nuncio en Chile”, es decir, a monseñor Angelo Sodano, a quien se le atribuye haber colaborado para erradicar el progresismo de nuestra Conferencia Episcopal y proponerle al Papa los nombres de los mojigatos y reaccionarios reemplazantes de los obispos de mayor compromiso evangélico, como el propio Cardenal Silva Henríquez. Aunque la información que recogimos en ese artículo fue obtenida religiosamente de algunos obispos, la ira de Sodano significó que a continuación desfilaran todos los prelados por la sede de la Nunciatura en un burdo besamanos de desagravio. Tuvo como consecuencia, además, que monseñor Hourtón y Fidel Araneda se excusaran por un tiempo de enviarnos sus columnas, las que reanudaron apenas se enfrío la enorme tensión que provocamos con el aplauso de los cristianos de base y la complicidad de algunos altos dignatarios. Católico observante, me acordé de lo que me dijo mi padre cuando me iniciaba en el periodismo:

– Trata de no trabajar nunca con la Iglesia, los curas son muy difíciles y tienen un alto afán corporativo que no siempre se compadece con la fe. Sirve siempre a tus convicciones. Ojalá siempre cristianas.

Sólo unos meses después, la revista Análisis fue cerrada por quienes la habían adquirido. Creo que gastaron mucho más en pagar deudas, indemnizaciones, etcétera, que lo que habríamos necesitado para consolidarla. Es decir, los sobrados 500 mil dólares de los holandeses o los que quiso reponernos el ministro de Hacienda. Pese al esfuerzo de los periodistas que siguieron en ella, lo cierto es que su nueva administración no procuró avisos, solo tapó hoyos hasta su cierre programado. La casa de Manuel Montt fue vendida seguramente para cubrir las deudas que se acrecentaron con la caída de la circulación. Cuando inauguramos un nuevo esfuerzo editorial, apenas cuatro o cinco meses después de mi salida, en la presentación de la nueva revista se me acercó Luis Risopatrón, impuesto por Belisario Velasco en la presidencia del directorio de Análisis. En breves y nerviosas palabras, me dijo:

– Juan Pablo, solo he venido a desearte éxito en tu nueva empresa. Me engañaron. Me dijeron que querían levantar la revista, cuando lo que se proponían era clausurarla. Me dejaron solo enfrentando deudas. Hasta he tenido que recurrir a mis ahorros para salvar mi nombre.

Una de las grandes sorpresas en el gabinete de Aylwin fue el nombramiento de Belisario Velasco como subsecretario del Interior. La relación entre ambos siempre había sido como el aceite y el vinagre, de manera que cuando lo fui a felicitar a La Moneda –antes de la peripecia de Análisis-, le expresé mi sorpresa:

– Y cómo puede explicarse tu designación, Belisario.

– Por lo que tengo allí en esa caja fuerte… las pruebas contundentes del “Carmengate”…


[1] Cárdenas, J.P., “Un peligro para la sociedad. Testimonio  de un periodista que incomoda que incomoda al poder”. Random House Mondadori, 2009, Págs. 112 a 121.


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